Hasta que me salgas bien.

Diego le pone una cucharada de café al agua caliente recién servida en una taza roja con un caballo dibujado. Es su horóscopo chino. Anteriormente, Diego había leído que los representados por el cuadrúpedo eran personas que buscan la intensidad de la emoción. Vaya que sí. Toma la taza y un pan tostado untado con mermelada de fresa y se sienta en la silla del comedor. Echa una mirada rápida a su celular y a todas las aplicaciones en las que suele intercambiar mensajes. En todas hay una conversación con Orlando. Un personaje relativamente nuevo en su vida, pero vamos que para nada parece nuevo. A juzgar por las últimas semanas pareciera que Orlando hubiera estado presente en los momentos de Diego desde tiempo atrás: estuvo, quizá, cuando Diego ganó la batalla campal de interpretación de una pegajosa canción de "rap" en una fiesta; presenció, tal vez a distancia, cuando Diego lloró con su serie favorita, en uno de los capítulos que le recordó a su última relación fallida y dolorosa; a lo mejor también estuvo presente cuando Diego se divirtió, en secreto, haciendo un estúpido juego de palabras, que resultó no ser tan estúpido, y lo más probable es que en más de una ocasión ambos hayan tropezado casi al mismo tiempo, pero con diferente piedra. Todas las situaciones pasadas son supuestos ya que Orlando y Diego no se conocían.
¿Qué es exactamente conocerse?, reflexiona Diego mientras le da una mordida a su pan. Para entonces había comprobado que conocerse no es intercambiar preguntas y respuestas a través de una aplicación de citas, tampoco lo es salir con un crush a un bar y terminar teniendo sexo. No es un stalkeo masivo en redes sociales, no es una descripción de tus amigos, ni un relato contado a voces. Conocerse es saber cómo es la otra persona incluso sin hacer preguntas. Es como cuando ves a alguien a los ojos y sonríes porque sabes que no necesitas más información. Diego toma el celular y le envía un mensaje a Orlando porque desde antes de dormir sabía que pudo no haber pasado una buena noche. Quiso enviarle un texto a las 3:49 de la mañana, cuando despertó inesperadamente y no pudo conciliar el sueño hasta minutos después, pero no lo hizo.

En el reproductor de música comienza una canción conocida Times goes by, so slowly. 

“Estuvo cool la coincidencia”, escribe alguien en un chat ajeno, pero sí hay relación. Carajo. Freud decía que las coincidencias no existen, reflexiona. Y reflexiona por varios minutos. ¿Cómo estás?, le preguntan. Diego recuerda la noche del sábado, cuando caminaba por una calle conocida con una alegría desmedida por, y esto se dio cuenta hasta esta mañana, vivir el presente. Es que realmente Diego está bien. Después de acabarse su café considera que debe disfrutar los momentos y continuar. Es muy probable que este desayuno, complementado por los rayos de sol que entran por la ventana en un día que parecía nublado, sea un parteaguas en el presente de Diego, que aunque quisiera compartir un mismo vagón con Orlando, está bonito chocar hombro con hombro al caminar, aunque sepa que no van para el mismo camino.





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